jueves, 7 de enero de 2010

Luis Cernuda y Nacho Vegas

Como los erizos, ya sabéis, los hombres un día sintieron su frío. Y quisieron compartirlo. Entonces inventaron el amor. El resultado fue, ya sabéis, como en los erizos.

¿Qué queda de las alegrías y penas del amor cuando éste desaparece? Nada, o peor que nada; queda el recuerdo de un olvido. Y menos mal cuando no lo punza la sombra de aquellas espinas; de aquellas espinas, ya sabéis.

Las siguientes páginas son el recuerdo de un olvido.


Luis Cernuda
*****
(…) cuando me quiero explicar las palabras se esconden
en no sé qué sitio y entonces te escucho
igual que el que escucha de lejos el tráfico
de su ciudad.
Y me pierdo en inmensas preguntas que lucen con esplendor y absurdidad
ya viví, sufrí y amé y todo ¿para qué?

(…) Cuando me quiero explicar mis demonios se ponen
groseros me insultan y entonces me entran
las dudas y le echo la culpa a mi género
y a correr.
Y si surgen preguntas pues dejo que surjan en su esplendor y estupidez
viví, sufrí y amé, vale, ¿y ahora qué?

Nacho Vegas

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