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Caos
No hay caos
en el perezoso amanecer
del sol entre las sábanas del día
y aún así vemos una esfera donde no hay forma precisa,
imaginamos un color irrepetible,
sentimos un calor de fotosíntesis hervida.
No hay caos
en el letargo del ciempiés y su templanza
y aún así lo vemos lleno de vagones
recorrer con calma y precisión
las vías por él imaginadas.
No hay caos
en el fermento de la fruta
son los siglos reducidos a un pequeño espacio
es el tiempo frígido y acobardado
que se embriaga en alambiques de cristal cortado.
Porque el caos tiene una disciplina extraña
un orden que desobedece los reductos de la mente
un campo magnético de piedra y palo
un archivo en el que el vacío se va, solo, ordenando
un control remoto y alejado.
Es el máximo enredo,
la siembra de óleo en el campo del lienzo,
las letras saliendo del matadero,
las cuerdas calladas a mitad
del estre PI toso con cierto.
Es nuestra estirpe morada producto de ese caos,
la suma de todas nuestras desesperanzas,
el punto después de la coma, la tarde en familia
entre gritos, pizarras en blanco, tableros de mármol
y trastos de alabastro.
Son las parvadas de domingo la cadena genética del aire compartido
las aves son como los cromosomas en silencio
sus alas son larvas de la información del orbe
en vuelo que aturde y hereda las ganas del vuelo.
El magma es código genético de nuestra tierra
los volcanes dan cuenta de la vida interna
la vida que tiene dimensión de planeta
y que se repite a lo largo
de todas nuestras venas.
No hay caos más allá de la palabra incompleta.
------------------------------------------------- Punto.
Mario Z Puglisi.
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