miércoles, 1 de septiembre de 2010

Texto Leído en la Inauguración de la Semana Cultural del CCA, 2010

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La cultura es justo como el aire, imperceptible a simple vista. Ocupa todos los espacios a todo momento, aunque no constatemos que está allí; podemos tener la certeza de que se está llevando a cabo. También, como el aire, la cultura es alimento y motor, es vehículo de viaje y fuerza renovadora o destructora. Nosotros no vemos la cultura tal y como no vemos el aire, pero reconocemos sus estragos como de llovizna, tormenta o tromba, vemos sus resultados y tenemos la esperanza de ser por ellos impactados, movidos a la reflexión y al momento sensible del hombre. La cultura, como el aire, carga consigo toda la historia del pasado y la esperanza del futuro. Es la voz, apenas el susurro, de nuestras tradiciones, de nuestra pasividad o actividad, de nuestro enfoque o indiferencia, de los futuros ideales o las latentes mediocridades. Está allí, desde ya, como un hecho que nos rebaza y que no depende de nosotros pues la construimos a cada momento y sin darnos cuenta. Brindarle su lugar preciso, su importancia última, reconocerla cuando nos da a la cara y aprovechar sus beneficios innegables es la tarea que a muchos nos tiene ocupados desde siempre.

La cultura, como el aire también, necesita de un lugar donde pueda ser concentrada. Un espacio propicio donde pase a ser de un simple soplido ordinario a una fuerza que dé movimiento a los engranes del complejo molino que somos todos nosotros, que es la sociedad en la que vivimos. En un lugar adecuado, la cultura, como el aire, puede ser capturada, desarrollada, innovada y ofrecida a todos quienes se complazcan de disfrutarla y se declaren asfixiados sin ella. Que es del aire sin la atmósfera que lo contiene, que es de la cultura sin el espacio en el que se le rinde el mejor tributo que el hombre ofrece, que es el de trabajarla con seriedad y total compromiso.

La cultura sin el espacio cultural es apenas una brisa que se dispersa. Por eso levantamos edificios que tienen que estar siempre abiertos, dispuestos a todos sin distinciones, al punto constante de la obra, para que la cultura pueda habitar en ellos y nosotros en ella.

Porque el aire no tiene color o nivel social, el aire no es inculto o intelectual, el aire no es selectivo ni elitista, el aire no rechaza ni da preferencias; el aire, como la cultura, son, simplemente son, sin añadiduras.

Ajijic, en este nuestro México, se puede sentir afortunado por tener este espacio cultural, cuyo quinto aniversario nos convoca hoy, porque desafortunadamente en este país aún su adolece de espacios destinados a este campo en cientos de sitios en donde son indispensables. Cinco años del Centro Cultural Axixic, a partir de su fundación por gente preocupada y comprometida por la cultura, cinco años en los que se han logrado cosas importantes. Que al Centro Cultural Axixic aún le hacen falta adecuaciones que lo pongan en su óptimo nivel es innegable, sin embargo el espacio aquí está, hay que acercarnos a él como nos acercamos a una tarde de viento: con total naturalidad y dispuestos a sentir los embistes de su fuerza.
Hagamos del Centro Cultural Axixic un espacio de todos. Felicidades a los involucrados en estos cinco años por que el Centro Cultural siga vivo.
mzp





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