miércoles, 20 de abril de 2011

Crónica del viaje a Puerto Rico. Día 6, sábado 26 de marzo.

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Llegaba el día de la clausura. Salimos alrededor de las 10 a.m., hacia uno de los extremos de la isla, al municipio de Mayagüez. El trayecto, que nos tomó poco más de cinco horas incluyó tres paradas, una en Arecibo para comprar unas cervecitas y estirar las piernas, otra en el mirador de Oaxataca, donde actualmente está la única bandera de Puerto Rico sola, sin la gringa, y venden botanas y artesanías; y la última ya en Mayagüez para comer. De allí nos instalaron en el Mayagüez Casino and Resort, donde nos dimos un baño rápido y nos fuimos a la plaza principal del pueblo donde se llevaría a cabo la clausura. Antes de ello nos ofrecieron una cena en la casa de cultura municipal acompañada de un excelente grupo de bomba tradicional y la entrega de los reconocimientos y regalos del municipio. Ya de noche, con la plaza principal abarrotada por la gente del pueblo que salía a escuchar atentos a los poetas internacionales, comenzamos el evento de clausura. Leyeron todos los poetas extranjeros alternando con algunos locales, en los intermedios había música de bolero y el grupo de bomba tradicional (una música isleña con evidentes tintes africanos). Se recitó, se bailó y se conversó en esa noche.


Salvador Medina Barahona, de Panamá, leyó con marcadas pausas y sílabas prolongadas una poesía fuerte, digna del knock out a los asistentes; Frank Báez, de República Dominicana, leyó su tremenda poesía urbana, el ya clásico poema con su verso: con la mano arriba como queriendo alcanzar el aro, con la que levantó ráfagas de aplausos; Robert Max Steenkist, poeta colombiano, como ya era una tradición, después de quitarse el sombrero ante sus lectores nos compartió un poema escrito apenas en su estadía en la isla, sobre la experiencia puertorriqueña, los asistentes le brindaron abrazos al finalizar; Esteban Charpentier, de Argentina, nos recitó esa su poesía sin clases, comprometida con su tiempo, contundente. Los demás poetas hicieron lo propio, representaron a sus países y su pensamiento con toda la dignidad y orgullo que la clausura merecía. Sobresalía el grito de ¡Viva Puerto Rico Libre!


El Tercer Festival Internacional de Poesía de Puerto Rico llegaba a su fin. A nosotros nos esperaba un viaje de regreso. Esa noche nos reunimos a celebrar la palabra primero en un bar que estaba casi en frente del hotel. Cuando la mesera comenzó a recoger sillas y a decirnos que ya era hora de irse nos trasladamos junto a la alberca del hotel, no sin antes pasar unos minutos divertidísimos en el casino, para hacer un cadáver exquisito, un poema colectivo al que cada quien le iba improvisando un verso. Estábamos, de madrugada, los poetas José María Cotarelo, de España, Salvador Medina Barahona, de Panamá, Mario Z Puglisi, de México, Frank Báez, de Dominicana, Waldina Mejía, de Honduras, Vladimir Baiza, de El Salvador, Francisco Vaquero, de España, Linda Rosa, de Puerto Rico, Robert Max Steenkist, de Colombia, y Etnairis Rivera, de Puerto Rico. Allí nos alcanzó el amanecer.






En el camión rumbo a Mayagüez.
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Menú en Puerto Rico: alcapurrias y juguito de china (naranja).
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La bandera de Puerto Rico sola, ondeando.
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Con Esteban Charpentier, Frank Báez y Chema Cotarelo.
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Esta es en el mirador de Oaxataka.
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Camino a Mayagüez: 52 kilómetros.
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Con Saúl Ibargoyen y Mariluz Suárez.
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Alberca del Mayagüez Casino And Resort.
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El grupo tradicional de bomba y plena.
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Boricua junto al cartel del Festival Internacional de Poesía de Puerto Rico.
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Fachada de la municipalidad de Mayagüez.
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Custodio de la plaza principal.
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El poeta uruguayo Saúl Ibargoyen.
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La Plaza de Mayagüez abarrotada.
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En la lectura de clausura.
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Los poetas invitados al Festival.
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Robert Max Steenkist, mis espaldas, Linda Rosa, Frank Báez y Esteban Charpentier.
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Robert Max leyendo en un bar de la localidad.
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Con el poeta español Chema Cotarelo.
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